venís a casa,

me mandas un audio desde la calle

diciéndome que llegaste

(yo ya empiezo a desarmarme mientras bajo a buscarte)

abro la puerta

y te miro intentando que no te des cuenta

que me tiraría encima tuyo,
trato de mostrar cordura
(o al menos eso creo)

subimos los 8 pisos mas eternos de mi vida

en los que se me traba la lengua y me tiemblan las piernas.

entramos, 

vos siempre decís que en casa hay rico olor
-yo creo que es porque nunca cocino-

me miras de arriba- abajo, 

como si aún no me hubieses visto de cuerpo entero,

me decís que estoy linda

(a mi me da un micro acv de amor)

y te sonrío.

dejas tus cosas en la silla,

te acomodas en el sillón

con esa cara entre anestesiado y relajado 

-que me hace olvidar de respirar-

como si no hubieras trabajado 72 hs ininterrumpidas.

prendes un pucho mientras esperamos el delivery,

escuchamos Janis Joplin

(yo te amo más cada vez que suena"Maybe")

y sin demasiado lugar para la sobremesa
llega la hora del postre,
y yo deseo,
tal vez más que vos,

que nunca suene la alarma

que pone fin al juego
de la gata y el ratón.

me gusta la idea de pensar
que con vos
siempre es un último round
y dejar sin validez
el termino "último"

fumar las sobras que dejaste
y pensarte hasta quemarme la boca

me acabo de comer un chocolate
porque dicen que ayuda a liberar endorfinas,
la "hormona la de felicidad".
aunque para mi la felicidad hubiese sido
comerme una manzana con canela,
opté por lo distinto,
como cuando elegí quedarme con vos.


ahora un poco la panza me duele
(y también el corazón)