.Pasamos más tiempo HABLANDO de amor que HACIÉNDOLO.

Yo te miraba en espiral porque te amaba pero quería salir corriendo, mis dedos no sabían ya pronunciar una caricia sin que surgiera un nuevo temor desde las yemas. Incapaz de mirar a las decepciones a la cara, volvía de lleno a tu centro, a derramarme, a licuarme, a llenarte de blanco la oscuridad, a dejarte pringada la soledad...mi forma de hacer el amor un deporte de riesgo.

Sigo buscando en los v e r s o s eso que todos sabemos sentir pero que A Ú N no hemos sido capaces de explicar.

domingo, 20 de febrero de 2011

el cólera del corazón


Las caricias mal direccionadas que mueren en el intento. Qué no logran ser lo que son. O mejor dicho qué no dejas ser. Caricias qué confundís con raspones porqué a vos te duelen. Te duelen porqué la piel no te llama a pedir más y más. No las reconoce cómo tal y cómo si se tratara de un mecanismo de autodefensa qué actúa por reflejo las esquivás. Las sacás. Las corrés de tu cara, de tu espalda, de tu pelo, de tu pierna, de tu pecho, de tu ombligo. No hay urgencia emocional. Hay urgencia biológica que muere en el mismo instante en el qué tu ropa cae al piso temblando de frío. Y esos besos de los que no te hiciste adicta tienen un sabor a no se qué y no te llenan. Te asfixian de libertad. Y tu pelo todo alborotado es un completo desastre natural. Testigo privilegiado de tus movimientos a tiempo y destiempo. Y sobre tu cara el rimel se volvió carbón. Tus piernas nunca antes tan firmes mantienen el equilibrio de tu cuerpo. No así el de tu cabeza. Tu ropa parece recién planchada. Impecable. Tu perfume de fragancia invernal la impregna de punta a punta. Del derecho y del revés. Y en el momento en qué salís a la calle sentís una inmensa liviandad y pesadez, atribuida en parte al clima pegajoso de éstos 28 puñales. Sonreís porqué te sale naturalmente cuándo te sentís bien. Sonreís sin saber muy bien porqué pero no dejás de hacerlo. Estás parada justo en el medio de Buenos Aires capital, la ciudad del desencuentro. Y es hermoso, inmensamente hermoso, por eso cuándo lastima, cuándo duele lo hace con tanto frenesí. Sabés que hay lugares qué te llaman a quererlos más que a otros. Qué te arañan el alma. Sí, lo sabés.
Había pasado un tiempo ya de la última vez que anduviste por ahí. Dar la vuelta al mundo para no tener que hacerlo una vez más no era una opción a considerar para una noche cobarde como esa. Sentiste la necesidad de volver. De ser parte de ese espacio geográfico. De sentirlo tuyo y sentirte suya. De abrazarlo con el corazón que una vez supiste dejar allí, en ese lugar que te dice más de lo que pronuncia. Qué hace ruido en tu panza. Y vos qué tanto le temes...Y se te vidriaron los ojos. Se te inundaron de amor. De haberte sabido felíz. Y esa firmeza con la qué habías salido ¿dónde había quedado?. Se vió abatida. Un poco tal vez. Te costó pararte firme como para poder seguir caminando aunque sea con una pierna.
Algo dice que hay signos vitales de un amor qué te mata y remata a la vez. Del qué cuelgan ternuras despacitas. El mismo que entibia tu corazón y evita la ley de pudrirte por dentro.

4 comentarios:

  1. Me encantan los detalles que tiene!
    Y es así... suele pasar!

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  2. jajajja sos una capa piba! ame tus comentarios en mi blog, me levantaron el animo jaja
    BESOOOOOOOOOOOOOOOS!!!
    y no me retes! la facultad me conseume (? jajaj

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  3. Igual pensandolo de otro punto de vista, lo unico que necesitamos amor y una vez que lo tenemos y lo tenemos como cotidiano lo dejamos de valorar y se pierde y otra vez volvemos a pensar que lo unico que necesitams es un nuevo amor, porque sentimso qeu con el amor de la familia y los amigos no nos alcanza, siempre quremos todo

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