
jueves, 29 de abril de 2010

esa tarde todo anduvo mal, porque mis costumbres argentinas me prohibían cruzar continuamente de una vereda a otra para mirar las cosas más insignificantes en las vitrinas apenas iluminadas de unas calles que ya no recuerdo. Entonces te seguia de mala gana encontrándote petulante y malcriado, hasta que te cansaste de no estar cansado y nos metimos en un café del Boul Mich y de golpe, entre dos medialunas, me contaste un gran pedazo de tu vida.
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